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  • drpozaneurologo

Anatomía del amor

Actualizado: 12 feb 2022




Se acerca San Valentín y todo se llena de corazones que regalar simbólicamente a nuestra persona amada. Sin embargo ¿realmente nos enamoramos con el corazón? Eso pensaron los egipcios al observar como late con fuerza y se acelera con las emociones. Pero no, se equivocaron. El amor está en un órgano aparentemente frío y poco dado a excesos: el cerebro, donde realmente se ubica todo lo que sentimos y lo que somos.


Todo empieza con la atracción. Un fenómeno complejo, en el que intervienen muchos elementos:

- por un lado, parecen tener importancia los modelos adquiridos en la infancia precoz. La edad de los padres al nacimiento de una persona, influyen en los rasgos por los que siente atracción en su edad adulta.

- por otro, las hormonas, fundamentalmente la testosterona, tanto en hombres como en mujeres, condicionan el deseo. En las mujeres, los estrógenos también facilitan este deseo, mientras que los progestágenos lo inhiben. Según sus niveles, los rasgos más apreciados pueden cambiar.

- evidentemente, los rasgos no son solo físicos, el comportamiento influye mucho más. La determinación, la elegancia, la alegría, son mucho más atractivas que la belleza.


Atracción y deseo llevan a la aproximación, a los besos. Oler, saborear al otro. Olfato y gusto son los sentidos de percepción de la química del entorno. Nos permiten detectar cantidades ínfimas de moléculas, entre ellas, constituyentes del propio individuo. Y, sin darnos cuenta, el sabor y el olor de una persona nos transmite información de lo compatibles que somos.


Pero el amor exige más. Precisa del establecimiento de un vínculo afectivo. Éste se establece por la estimulación de una región situada en la base del cerebro, que controla toda nuestra actividad hormonal. Además de testosterona y estrógenos, segrega oxitocina, la hormona de la relación social. Qué curiosa y efectiva la naturaleza, la misma sustancia que provoca las contracciones uterinas e induce el parto, establece la cohesión entre personas. De esta forma, ya en el momento del nacimiento, la madre y su cría tienen el cerebro impregnado de oxitocina, creando un vínculo entre ellas prácticamente indestructible. Además, es una señal universal en el reino animal. Cuando miramos a nuestra mascota y nos derretimos por contacto visual, nuestros cerebros segregan la misma oxitocina, que estrecha la relación. Cuanto más, cuando lo que ven nuestros ojos es la mirada graciosa, pícara, sonriente, dulce, de la persona que nos atrae.


Atracción, deseo, vínculo… El amor, aún es más. En palabras de Lope de Vega, un gran enamorado:


[...] "Desmayarse, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso;


no hallar fuera del bien centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido, receloso;


huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor süave,

olvidar el provecho, amar el daño;


creer que un cielo en un infierno cabe,

dar la vida y el alma a un desengaño;

esto es amor, quien lo probó lo sabe."


Un torbellino continuo de sensaciones, de emociones. Dopamina en estado puro y en grandes cantidades. La hormona del placer, de la recompensa, de la adicción. Enamorados nos hacemos adictos de la persona amada.


Pero el poema expresa más. Muestra una montaña rusa de emociones cambiantes y eso es fundamental para evitar la saturación. Las uniones entre neuronas, las sinapsis, cuando están estimuladas siempre de la misma manera, se bloquean, dejan de funcionar. Es necesario que los circuitos neuronales se activen y desactiven para mantenerse en funcionamiento. No basta con alcanzar un gran pico de dopamina, con tener un gran subidón, ni con mantener esa dopamina elevada, porque el circuito se satura y se inactiva. Es imprescindible el cambio, la sorpresa, renovar cada día el sentimiento. En este estado, los niveles de serotonina suben sin parar, y nos hace felices.


Atracción, deseo, vínculo, recompensa, placer, felicidad. ¿Hace falta algo más?


Rotundamente, sí: mantener el sistema excitable y activo y evitar que la rutina, la costumbre, lo sature y lo bloquee. Estimular sin cesar la formación de nuevas sinapsis en esos circuitos que hemos creado, y los sigan moldeando haciendo que cada día sea nuevo, diferente. En definitiva, unir la seguridad de la convivencia a la excitación de crear una pequeña aventura sorprendente cada día. Quizá, simplemente, con una flor y un beso al despertar.


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