El sueño y los ritmos circadianos en el individuo mayor
Con la edad, el tiempo de sueño se va reduciendo progresivamente. En mayores de 60 años, las necesidades de sueño se estiman en unas 5-7 horas. Paralelamente, la continuidad del sueño también se ve afectada, aumentando el número y la duración de los despertares a lo largo de la noche. Sin embargo, la latencia de sueño, o tiempo que tardamos en coger el sueño, solo se prolonga ligeramente, pasando de unos 20 minutos en la edad adulta a unos 30 en la población geriátrica.
La arquitectura del sueño se modifica. A partir de la edad adulta, el porcentaje de sueño profundo disminuye considerablemente. Así mismo, aunque en menor medida, se reduce la cantidad de sueño REM.
En cuanto al ritmo circadiano, es habitual que se observe un adelanto de fase. De esta manera, los individuos tienden a acostarse y a dormirse más pronto. Esto, junto con la reducción de horas de sueño, puede hacer que el individuo se despierte muy temprano por la mañana, provocando quejas de no dormir lo suficiente. Paralelamente, la tendencia al sueño se dispersa. La falta de obligaciones puede facilitar una irregularidad de horarios, tanto de actividad como de comidas, con lo que el ritmo circadiano pierde algunos de sus sincronizadores menores.
Como consecuencia, aumenta la tendencia a echar la siesta, lo que puede ser contraproducente para conseguir un adecuado sueño nocturno, sobre todo, si se prolonga más de 30 minutos.
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